Introducción
Desde la llegada de Néstor Kirchner al gobierno de la Argentina en el año 2003
el país no es el mismo, ha tenido extensas y profundas transformaciones. La
recuperación de la actividad política en todas sus dimensiones, el
fortalecimiento de la democracia y sus instituciones, la política y la economía
al servicio de la tradicional clase media argentina y de los sectores sociales más
postergados en post de una sociedad con equidad social, la recuperación de la
soberanía política y económica interna y externa, la expansión de los derechos civiles
y ciudadanos, son los datos más salientes e insoslayables de una nación vital y
de un proyecto político nacional vigente hasta hoy. Un proyecto de país que
rompió con el pasado neoliberal y progresista claudicante que lo había condenado
a padecer la crisis del año 2001, sin exageraciones la más profunda que se
reconoce en la historia argentina. Una “crisis orgánica”, que atravesó todos
los estamentos de las sociedades civil y política, como diría el político e
intelectual Antonio Gramsci.
Estas rupturas con el pasado van recorriendo un camino
que marca una época, en tanto van quedando atrás –en apariencia vertiginosamente
en diez años, pero lentamente por las huellas a fuego del país heredado- los
vestigios dramáticos que en la sociedad argentina había dejado la dictadura
genocida implementada a partir de 1976. Vestigios que la democracia formal y
tutelada recuperada con esperanza en 1983 no había podido extirpar, terminando
sometida a los poderes económicos fácticos que se habían adueñado del país
durante la dictadura.
Luego del golpe de mercado que derrocaría al gobierno
alfonsinista, sobrevendrá el modelo neoliberal ortodoxo impuesto a rajatabla en
los años ’90 por el menemismo –bajo el paraguas del paradigma norteamericano
del Consenso de Washington- que extendió, manteniendo la formalidad
institucional, la destrucción de la política y de la cultura ciudadana, el
sometimiento del Estado a las corporaciones económicas a nivel nacional e
internacional, la desestructuración de los lazos societales y condenó a gran
parte de la sociedad a la pobreza y la marginación más absoluta. El saldo del
menemismo fue la absoluta disgregación social, con la generación de flagelos
sociales que hoy en parte seguimos padeciendo. En esos años ’90, la sociedad –o
mejor dicho gran parte de ella- parecía anómica frente al derrumbe del país,
mientras soñaba con alcanzar a ser un país del primer mundo.
Pero la bancarrota del modelo neoliberal llegará
finalmente con la crisis casi terminal del año 2001, de la mano del gobierno de
una Alianza supuestamente progresista, que no dio respuesta ninguna a la
herencia recibida. El país y su sociedad, luego de un interregno de 10 días en
el se sucederán 4 presidentes de extracción justicialista, verán cómo bajo la
magistratura de Eduardo Duhalde se intentará sin lograrlo pacificar el orden
social convulsionado.
Obligado Duhalde a adelantar las elecciones para el
mes de Abril de 2003, con el triunfo de Néstor Kirchner y su acceso a la
presidencia, el país se adentrará en una etapa decisiva hacia su transformación.
Diez años de transformación llevan a muchos de
nosotros a una visión retrospectiva de lo ocurrido en la Argentina, y el papel
que le cupo a los jóvenes en algunas primaveras políticas y en muchas
decepciones y frustraciones sociales mayoritarias. La memoria propia, o la
practicada por generaciones anteriores, ejerce su notable influencia, aunque a
veces pareciera hacerlo subterráneamente.
Sólo recuerdos quedan a muchos que las vivieron aquellas
breves primaveras políticas y sociales vividas en las décadas de los años ’70 y
los ’80. Primero con la vuelta del General Perón al país luego de su largo
exilio y la asunción el 25 de Mayo de 1973 de Héctor J. Cámpora al gobierno,
luego con la esperanza que devino de la llegada de Raúl Alfonsín a la
presidencia con el régimen democrático recuperado y con la esperanza de su
vitalidad, luego del terror dictatorial.
En los ’70, con la característica de una sociedad
movilizada en masa en post de un proyecto nacional y popular y un liderazgo recuperado
después de 18 años, con una gran presencia juvenil en el escenario político y
el interrogante que significaba el devenir político de las organizaciones
armadas.
A partir de 1983, ya con menores ambiciones
transformadoras, pero con la fuerte presencia política y social de los
organismos de defensa de los derechos humanos y partidos políticos progresistas
y de izquierda, junto a sectores de las juventudes políticas que recuperaban
fuerza y dinamismo en su inserción política en la sociedad.
En ambos casos que delimitamos de la vida política
argentina, la presencia juvenil en lo político y en lo social fueron datos
insoslayables. Las frustraciones posteriores también lo serían, con la vigencia
del terrorismo de Estado primero y con el modelo neoliberal de exclusión social
promovido desde el menemismo posteriormente. Luego de estas dos cruentas
etapas, la mayoría de los nuevos jóvenes rechazarían la política activa y la
actividad social, perdiéndose prácticamente dos generaciones –sumada a la de
los jóvenes desaparecidos y detenidos durante la dictadura- que demandaría
tiempo volver a recuperar para oxigenar el ejercicio de la política y generar
una cultura ciudadana acorde a una democracia de masas.
El regreso en 1973 de un Perón ya autoasumido como un
león herbívoro –que anunciaba una etapa esencialmente diferente a la de
1946/55-, el trágico devenir político de la organización Montoneros que
prosiguió con la lucha armada en democracia, el genocidio dictatorial que
incluyó dramáticamente a la juventud comprometida y politizada, la tragedia de
Malvinas y el olvido posterior de sus héroes juveniles, la transigencia del
gobierno alfonsinista frente a los poderes corporativos y las leyes de
impunidad dictadas para con la verdad y la justicia, el modelo neoliberal menemista
que anestesió a la mayoría de la sociedad y entre ella a gran número de jóvenes,
inoculándoles a la mayoría el nihilismo, el individualismo y el consumismo sin
fisuras, fueron episodios históricos de gran envergadura que motivaron en gran
parte de la sociedad la anomia social, mientras resistían pequeños y aislados
agrupamientos combativos social y políticamente. Hasta que se desató la crisis
del 2001, cuando la sociedad despertó de un sueño y muchos jóvenes comenzaron a
tomar conciencia de la posibilidad de adquirir un rol activo en la sociedad
civil y en la sociedad política.
En retrospectiva el saldo eran las enormes deudas que
había contraído la democracia política recuperada en 1983 para con la sociedad
argentina, y especialmente para con sus sectores más vulnerables y para con sus
jóvenes.
El presente libro pretende adentrarse, en el contexto
de este panorama histórico que tendrá una ruptura fundacional a partir del año
2003 con la llegada al gobierno de Néstor Kirchner, en el tránsito social y
político del sector juvenil a partir de este proceso de transformación política
iniciada. Y en particular del nacimiento y desarrollo, en clave histórica y de
futuro, de una de las organizaciones que hoy protagoniza decisivamente la
política argentina y su devenir transformador: la estigmatizada por los poderes
dominantes pero potente social y políticamente agrupación kirchnerista “La Cámpora”.
No se trata de un libro que espectacularice y
personalice banalmente la política ni a los políticos, extrayendo la médula del
contenido de la política como actividad socialmente imprescindible y de la
teoría política como pensamiento iluminador. Así actúan muchos periodistas hoy,
devenidos en “analistas políticos”, en su rol de gerentes de las corporaciones
mediáticas que tienden a destruir el espacio de la política en el país, para
gobernar ellos. Este derrotero lo siguió el volumen que se ha editado hace un
tiempo sobre una especie de biografía de La Cámpora, escrito por la periodista Laura Di Marco.[1]
Tampoco el presente se trata de un libro en forma de “crónica
oficial”, como el de la periodista Sandra Russo[2], que se limita centralmente
a reproducir las opiniones de los protagonistas principales del fenómeno
político que representa La Cámpora. Creemos
que ese estilo, si bien respetable periodísticamente, solo muestra parcialmente
el fenómeno y no a éste en su dimensión más extensa, profunda y con una mayor
libertad de pensamiento que contribuya a lograr una mayor objetividad con todos
sus matices.
Tal vez la gran diferencia estriba en el lugar en que
la mirada se instala para analizar el fenómeno: desde la crónica periodística,
un estilo con gran predicamento en épocas de massmediatización de la política;
o desde la teoría política, que permite a nuestro juicio mayor penetración en
las características del fenómeno con el fin de extraer conclusiones –no en
forma de certezas pero si de profundidad analítica- que permitan a los lectores
analizar el presente y el posible futuro de La Cámpora con mayor
rigurosidad histórico-política.
Por ello intentamos que prime en el presente texto la
reflexión sobre la política y la cultura política con la mayor intensidad
posible, acompañada con el rigor de la documentación periodística a la que se
alude y una mirada desde la teoría política con proyección de futuro que
permita contribuir a la reflexión y al debate de amplios sectores de la
población –no sólo juveniles- que construyen día a día el proceso de cambio
social que estamos viviendo.
Si bien es un libro escrito comprometido con el
proceso político iniciado en el año 2003 y que hoy se profundiza desde el
gobierno actual, está realizado con la honestidad intelectual suficiente como
para no esquivar los matices e interrogantes que se generan, desde el campo de
la crítica política, en relación al fenómeno político sometido al análisis. Señalar
sus potencialidades, a partir de lo importante que ha logrado el movimiento
juvenil y La Cámpora
en particular, y señalar los límites y los peligros que siempre acechan a toda
organización política emergente, como la historia del mundo y de nuestro país
lo demuestran. Siempre intentando escribir con vocación constructiva y con una
mirada que se extienda firmemente al futuro del proyecto político transformador
en marcha y al futuro deseable para nuestro país.
Por último, para contribuir al rigor del fenómeno que
analizamos contamos con importante documentación oficial de la organización La Cámpora, que mostrará en
parte su pensamiento y aspectos centrales de su propuesta social y política.
Agradecemos a Malena Cruz el acercamiento de dicho material de formación, de análisis
político y de propuestas de organización de la agrupación, el cual anexamos al
presente volumen en su parte final.